Estamos a mediados de octubre y ya queda menos para Halloween. En los supermercados empiezan a aparecer calabazas para recortar, caramelos con temática de terror y decoraciones; en los todo a cien los disfraces empiezan a amontonarse. Personalmente yo llevo celebrando el Halloween desde que era muy pequeña. Es una fiesta llena de alegría, disfraces y dulces y mi madre cada año preparaba la casa y me hacía algún disfraz por simple que fuera para que la celebrara con mis amigos.
Pero todos los años surgen las mismas trifulcas en la radio, la televisión... ¿Halloween o Todos los Santos? ¿Estamos importando una tradición extranjera y olvidando una fiesta nuestra? Muchos piensan que sí, sobre todo gente criada en un ambiente religioso. Pero, ¿cuánto hay de verdad en la afirmación de que Halloween es una fiesta extranjera y Todos los Santos es nuestra?
Históricamente, Halloween surgió como una continuación de las fiestas de la cultura celta que conmemoraban el final del verano y la llegada de la época más oscura del año. Los celtas creían que los espíritus podían andar entre nosotros en esta noche, y usaban máscaras para alejar a los espíritus malignos. Uno de los nombres más conocidos es el de Samhain, que era el nombre de dicha fiesta entre las comunidades celtas del norte de Europa (de hecho en gaélico, Samhain, significa a día de hoy Noviembre). Más tarde los romanos adoptaron las tradiciones celtas, y continuaron celebrando una festividad en estas fechas.
Sabiendo esto, y sabiendo que la cultura celta (celtíberos) estaba ampliamente extendida por la península, y que más tarde la invasión romana fue aún más importante, ¿quién puede negar que la fiesta celta que equivale al Halloween se celebrara aquí desde mucho antes que Todos los Santos? Al fin y al cabo, la festividad cristiana no fue introducida en el calendario hasta la cristianización del imperio romano, trasladándose desde el 13 de mayo al 1 de noviembre, en un intento de sustituir a las tradiciones paganas arraigadas.
Así pues, insto a la gente a no ver en Halloween una amenaza a la tradición, ni un intento de sustituir a la fiesta cristiana ni de crear polémicas. Son festividades que no tienen por qué afectarse la una a la otra, que podemos seguir celebrando sin problemas; podemos tener una divertida noche de disfraces y caramelos que haga las delicias de niños y mayores, y visitar a nuestros difuntos al día siguiente en el cementerio con todo el respeto.
Así que ya sabéis, yo ya tengo mi disfraz, ¿y vosotros?
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